martes, 1 de febrero de 2011

Por: L. Alfonso, C. Rogéliz, A. Sánchez, C. Vélez

Introducción
Las inundaciones ocurridas en Colombia durante los meses de Noviembre y Diciembre de 2010 han sido las más devastadores de su historia. Si bien es cierto que las precipitaciones han sido históricas, no hay que dejar de analizar el desempeño de las instituciones encargadas del manejo hídrico en Colombia. Consideramos, ahora más que nunca, que es oportuno analizar lo que se ha venido haciendo mal, revisar las recomendaciones de la ingeniería en el pasado y reflexionar acerca de la oportunidad que tenemos para cambiar radicalmente la forma de manejar nuestro medio ambiente. Esperamos con esta discusión aportar a la generación de soluciones realistas y duraderas.

Lo que se está haciendo mal
Ignorando totalmente la palabra prevención
Nadie ignora los esfuerzos que tanto instituciones como comunidades realizan cuando se produce un evento de inundación. Sin embargo, nos hemos acostumbrado a que sólo reaccionamos cuando el evento se produce. Es increíble que aún cuando sabemos que una inundación es inminente, no tenemos más acciones a ejecutar más que esperar a que ocurra el evento para podernos mobilizar.

Es la cultura “apagaincendios”, que ha sido promovida por la clase política que utiliza los eventos para sobresalir ante los medios de comunicación enumerando las cosas que se están haciendo en pro de los damnificados. Es esta cultura la que no nos permite invertir en prevención, en planear al detalle qué se puede hacer antes de que suceda un evento, desde qué decir en los medios hasta saber qué lugar puede usarse para mobilizar personas, animales y bienes en tales casos. Y quizás lo más importante: definir a quién escuchar.

El manejo integral del riesgo de inundaciones considerando las medidas estructurales y no estructurales apropiadas constituye una necesidad prioritaria.  La dificultad de coordinación existente entre las entidades que implementan las diferentes medidas y el énfasis que se ha puesto en las medidas estructurales obviando por completo en la mayoría de los casos las no estructurales es el reflejo de la falta de política del manejo del riesgo de inundaciones a nivel nacional y local.   La implementación de dicha política debe conducir a una toma de decisiones fundamentada en un análisis de riesgo que permita la planeación a corto, mediano y largo plazo de todas las medidas de manejo de inundaciones.  

Evadiendo responsabilidades al tomar decisiones
El conocimiento de la amenaza  es fundamental como una de las herramientas para el ordenamiento territorial y para el proceso de toma de decisiones durante emergencias. Aunque no se desconoce que se han hecho grandes esfuerzos por contar con zonificación de amenaza de inundaciones en los municipios del país, el conocimiento de las amenazas requiere de inversión a nivel de investigación y de los medios a nivel institucional. De esta forma, el conocimiento es sostenible y se puede reflejar en el mejoramiento de las capacidades de las entidades del estado.

Es importante mencionar que no es suficiente con que el conocimiento exista; es necesario contar con las herramientas y la estructura adecuada para la toma de decisiones. Para esto es indispensable los llamados a tomar las decisiones durante emergencias reconozcan su responsabilidad y actúen de manera coordinada,
a corto, mediano y largo plazo, todo dentro del marco de una política de manejo del riesgo. Es de esta forma como tales actividades pueden proteger a la población expuesta, a sus bienes y a la infraestructura. Adicionalmente, el concepto riesgo debe ser un concepto explícito en el manejo del recurso hídrico y no solo ser la palabra de moda durante la temporada de lluvias.  

Siguiendo un concepto antiguo (y errado) de control de inundaciones
Los conceptos de inundación, y por ende el de control de inundaciones, se han entendido de una forma incorrecta, tanto para los entes que las tratan de evitar como para la gente del común. En términos muy sencillos, el término inundación se ha entiendido como la presencia no deseada de agua en zonas utilizadas por el hombre y el término control de inundaciones como aquellas obras que se deben hacer para evitar la inundación.

En efecto, todas aquellas áreas que los ríos ocupan cuando se desbordan hacen parte de su naturaleza, aunque la presencia de agua allí no sea permanente. El primer paso para analizar soluciones consiste, entonces, en entender que dichas áreas se deben utilizar para actividades acordes con la naturaleza dinámica del río, tal como lo hacían las civilizaciones de la edad antigua alrededor de sus ríos o incluso la cultura Zenú en la región de la Mojana.

Por otra parte, el objetivo del control de inundaciones no es el de evitar las inundaciones sino el de mitigar sus efectos. 
La solución limitada de construir diques es, además de ineficiente, bastante peligrosa, ya que incrementa la seriedad de las consecuencias cuando fallan. Por el contrario, se requiere aplicar una variedad de métodos, estructurales y no estructurales, que incluyan planes de prevención, mejoramiento de pronósticos, mapas de riesgo, planeación y zonificación, cambio de usos de la tierra, estructura de seguros de inundación, entre otros. La unificación y aplicación de tales métodos sigue siendo un tópico bajo investigación, y es por ello que la Unión Europea ha iniciado este año el proyecto KULTURisk - Desarrollo de una Cultura para la Prevención de Riesgos, con el fin de construir dicha cultura en la sociedad europea en temas de riesgos asociados al agua. Más información, en Inglés, en la página de KULTURisk.


Si bien varios de los ríos de los países industrializados fueron sometidos a cualquier cantidad de estructuras hidráulicas durante el siglo pasado, este tipo de intervenciones han sido fuertemente revaluadas en los últimos años. Un ejemplo claro es el de los holandeses, quienes teniendo más de la mitad de su territorio bajo el nivel del mar, han decidido apaciguar las inundaciones procedentes de las crecientes en los ríos Meuse y Rin al permitir la inundación libre y natural de sus llanuras. Lo anterior ha implicado la destrucción de algunos diques, la disminución de la altura de otros más y la reconexión de meandros cortados artificialmente, en un proceso que recientemente se ha introducido como la “renaturalización” de los ríos (ver, por ejemplo, Espacio para el Río, en Inglés). Tales estrategias ya son políticas de estado en el Reino Unido (ver Creando espacio para el Agua, en Inglés) y son base de iniciativas internacionales incentivadas, entre otros por UNESCO-IFI y la Unión Europea.

Es precisamente nuestra arraigada cultura “apagaincendios” mencionada anteriormente, la que dirige el rumbo de las decisiones y es, por lo tanto, la causa de que las iniciativas para el control de inundaciones se limite, por un lado a las soluciones estructurales y por otro lado a la visión puramente local. En efecto, cuando una población comienza a inundandarse, la única solución radica en esperar a que bajen los niveles para comenzar a añadir unos centímetros más al dique existente que acaba de fallar. Aunque esta solución es correcta desde el punto de vista local (son obras bien recibidas por la gente, por los medios y por ende a los políticos), es nefasta si se observa desde una escala más general y de manera integral. Esto sin contar con el fuerte impacto que tienen estas obras sobre otros aspectos que tradicionalmente se ignoran, tales como la ecología de la región.

Manejando la información deficientemente.
Uno de los mayores y recurrentes problemas asociados con la toma de malas decisiones es la que tiene que ver con la calidad, cantidad, disponibilidad y accesibilidad de la información hidráulica e hidrológica.

En primer lugar, la red de monitoreo existente no es lo suficientemente densa y precisa como para capturar eventos y analizar los procesos asociados. Este problema no se limita a la información hidrometeorológica, sino también a la información geográfica. Por ejemplo, el funcionamiento hidrológico de las ciénagas de la Depresión Momposina y la Mojana es un total misterio, a pesar de algunos esfuerzos para entenderlas. Esto ha sido debido en gran parte a la muy deficiente información altimétrica en una región muy plana (las direcciones y magnitudes de flujo de una ciénaga a otra se desconoce) y a la falta de información mínima para establecer un balance hidrológico quantitativo (cuánta agua entra, cuánta sale y cuánta se almacena y en qué escala de tiempo). Tal conocimiento es requerido, entre otras cosas, para iniciar la recuperación de estas zonas cenagosas como cuerpos de almacenamiento natural, donde los picos de caudal del río puedan absorberse y para establecer planes de uso de tierra en estas zonas. 



Otro ejemplo claro es el de la falta de una referencia altimétrica universal de las miras a lo largo del Río Magdalena, pese a que una y otra vez numerosos estudios la han recomendado. Esto es debido, por un lado, a que tanto para el IDEAM como para Cormagdalena es suficiente hablar de niveles de agua en términos relativos (para el primero es suficiente describir las tendencias de los niveles en forma local y para el segundo es suficiente garantizar profundidades locales mínimas para la navegación). Por otro lado, la instalación de un sistema de monitoreo de niveles georeferenciado es costoso e invisible para la gente, por lo que es una solución que no da tantos votos como los diques. Lo más triste es que podrán visitarnos holandeses, ingleses, americanos o extraterrestres y ninguno podrá avanzar mucho en el manejo hídrico sin una red georeferenciada de niveles.


En segundo lugar, existen gran cantidad de datos que son tomados por una variedad de entidades públicas y privadas que basan sus actividades en información hidrometeorológica. Sin embargo uno de los grandes obstáculos es la integración de la información hidrometeorológica y su acceso. Para la integración existen varias dificultades tanto técnicas como administrativas que deben ser superadas, tales como la falta de un proceso estandarizado de registro de datos y validación de los mismos.
En tercer lugar, la falta de acuerdos interadministrativos tendientes a administrar y operar eficientemente las redes hidrometeorológicas existentes es otro de los puntos críticos. Las fuentes de información no integradas implican que existe una colección redundante de datos y por ende una serie de recursos mal invertidos.
Finalmente, la poca información existente es de muy difícil acceso, al punto de que sólo una élite puede utilizarla. Es por esto que la academia, quien tiene toda la capacidad para analizar la información en pro de aportar nuevos métodos para la toma de decisiones, está relegada a un segundo plano. Podremos algún día consultar toda la información hídrica monitoreada en tiempo real, como el caso de la USGS en Estado Unidos?

Tragedia del 2010: Oportunidad única para cambiar nuestra mentalidad
Las lluvias no son sinónimo de tragedia, la tragedia la constituye la construcción del riesgo y la falta de un proceso adecuado de toma de decisiones. Uno de los aspectos cruciales que es importante analizar es la estructura organizacional existente para el manejo de los recursos hídricos.


El país requiere de una política exigente de manejo de recursos hídricos, que involucre de manera adecuada el componente de riesgo en el manejo del agua. Asímismo, estructurar entidades con la capacidad técnica requerida y las responsabilidades claramente establecidas para el manejo del agua durante situaciones de emergencia y a nivel de planeación.